La salud mental de Melissa

Un día, más bien noche, del 2016, no recuerdo que mes, si agosto o septiembre u octubre, que sé yo, mientras lavaba los platos, actividad que me es completamente irrelevante, salvo cuando hay ollas de por medio, que si es así lo odio, en fin, lavaba platos, normal, una actividad como cualquier otra, en ese entonces estaba viviendo, mejor dicho sobreviviendo a un abandono, el papá de mi hija, mi pareja por 3 años me había dejado, así de repente, de la nada, por otra mujer, aunque él siempre lo negó y me culpó a mí y a mi carácter por haberlo desenamorado (gente tan llena de mierda que habita este mundo), bueno, el caso es que lavaba platos, era una señora triste, todo el tiempo estaba triste, con cara triste, lagrimas a punto de resbalar por mis regordetas mejillas, cara constante de consternación, tanto dolor, estaba lavando platos (por si no he sido lo suficientemente insistente con ese aspecto) y de repente me entró un dolor entre pecho y espalda, justo en la mitad de los senos, "jueputa, aquí fue, pensé, el desamor ajeno me mató", lo sentí como supongo debe sentirse un infarto, al cabo de 10 segundos dejó de doler, seguí lavando platos, "si te llamaras Manuela, te dirían DraManuela", no era nada, un viento tal vez, seguí lavando platos, durante ese momento mi hija probablemente estaba viendo televisión con la tía, porque después de que me abandonaran me tocó volver a vivir a la casa donde mi mamá, "vida hijueputa", ya había olvidado el episodio del pre infarto cuando de un momento a otro me atacó una tristeza, un dolor en el alma inmenso, no podía respirar, me faltaba el aire, me dolía la cabeza, todo me daba vueltas, "Jueputa, ¿qué mierdas es esto?", me entró un desespero, no podía ni quería estar más ahí donde estaba, me limpié las manos, cogí las llaves y salí de la casa, caminé y caminé, loma abajo, por que por acá todo son lomas, y se me intensificaba esa sensación tan molesta, cada carro que pasaba era un deseo de arrojarme a el, de morir ahí mismo, que tristeza tan inmensa sentía, no quería más ese dolor, no quería más ese sufrir, todo era tan oscuro, los pensamientos que divagaban por mi cabeza, cada vez más oscuros, llenos de mortalidad, que ganas de haberme arrojado por el balcón, de caerme a la calle cuando pasaba un bus a toda velocidad, que deseo de morir. Me senté en una iglesia, en unas escalitas a llorar, lloré como una niña de 6 años que daña su juguete favorito y llora por que lo extraña, por que sufre, por temor a ser reprendida por haberlo dañado, lloré y lloré como no lo hacía en mucho tiempo, en casi una vida, me dolía todo, el cuerpo, el corazón, la mente, que dolor, y cada que me detenía y dejaba de llorar, pensaba en algo que me hacía llorar aún más, ahí, sentada en esas escalas de esa iglesia llorando, era de noche, poca gente pasaba, si quiera, que vergüenza, tantos mocos, tantas lagrimas y yo sin pañuelos, me tomó un buen rato, pasaron dos horas y me calmé, logré la compostura que había perdido, analicé la situación, racionalicé tanta emoción, seguía sintiendo dolor, de ojos, de cabeza, de nariz, de garganta, de tanto llorar, "ese dolor si tenía razón de ser" pensé. Subí a la casa, loma arriba, "fuck", caminé con calma, llegué a casa y todos dormían, me lavé la cara, los dientes, me puse la pijama y me acosté a dormir. Al día siguiente llamé a mi papá y lo obligué a pagarme una cita con una psicóloga, ese episodio anterior no era normal, él cedió, no fue fácil, irónicamente mis papás se burlan y poco creen en lo que estudié, seguro no he hecho respetar mi profesión, o ni siquiera la he asumido como tal. Fui donde una psicóloga, señora ella, que con cada oración de mi triste historia hacía cara de constipada, quería llorar o dormir, no sé, en algún momento creí ver lagrimas en otros bostezos, me remitió donde una psiquiatra, menor que yo, hablé con ella, reviso mi historia clínica, me habló de la importancia de la autoestima (¿no, en serio?, ¿es importante?) y me diagnosticó: Depresión leve y Trastorno de ansiedad, me medicó, y funcionó, la primera semana mientras me adaptaba al medicamento bajé 5 kilos, ¡yuju!, toda la comida me generaba nauseas, así que poco comía, después me sentía tranquila, relajada, podía lavar platos sin pensar en cortarme las venas con el cuchillo del queso. Hoy, casi un año y medio después me volví a sentir así, en menor medida pero similar, no huí, me encerré en un espacio y vi una mala película, mi relación con el medicamento ha sido intermitente, aunque soy defensora y apruebo esos empujones neuroquímicos farmacéuticos, me miento a mi misma y trata de ser más fuerte que mi diagnostico, pero es difícil, mucho, estoy pasando por una situación un poco mierdosa, diferente a la de ese entonces, ya no me duele el corazón por que me lo rompieron, me duele el bolsillo por la economía actual, razones diferentes, malestares similares, a lo que quiero ir con toda esta historia, aparte de hacer catarsis, es que la depresión y la ansiedad son una mierda, es muy jodido pasarse la vida así, y es muy jodido cuando no se tienen unas buenas y adecuadas redes de apoyo, mi papá siempre dice que me encomiende a dios que él me ayuda, y esa es su medicina, a mi mamá realmente no sé que tanto le importe mi salud mental y mi hija está muy pequeña para entender un poco la realidad. El amor me acompaña, me apoya y me soporta, pero aún así en ocasiones este sentimiento de mierda es mucho más grande, más intenso, más fuerte que mi propia voluntad y mi deseo por estar bien, es duro, es difícil, puede que no sea imposible, pero que mierda.

Comentarios

  1. Hola Melissa,

    Hoy me dio por chismosiar tu blog al ver un tweet tuyo y me encontré con esto quería mandarte un abrazo, aunque ya hayan pasado varios años desde estos episodios que describes.

    Hace poco yo mismo empecé un tratamiento con medicación y fue cálido leerte.

    Gracias por compartir tu historia.

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