1994

Tenía 6 años y estaba en segundo de primaria, estaba en el salón cuando mi hermana, seis años mayor que yo, llegó llorando, habló con mi profesora y me hicieron empacar mi morral y me dijeron que iba para la casa, me emocionó tanto saber que iba a salir temprano que no repare en el llanto de mi hermana, nos encontramos en la puerta del colegio con mi hermano, 3 años mayor que yo, serio, como siempre, lo mire inquisidoramente y guardo silencio, afuera nos esperaba nuestro transporte escolar, un carro de un color que siempre me pareció mas chistoso que feo, una especie de verde limón neón, el modelo no lo recuerdo, recuerdo que era pequeño y que me gustaba porque solo íbamos nosotros tres, siempre, sin mas niños insoportables con quiénes compartir, solo mis hermanos, el señor que lo conducía era un amigo de mi papá, por eso se sentía en confianza con nosotros y tal vez en deuda con él, nos trajo a casa, espero que almorzaramos, nos cambiaramos los uniformes por ropa que reservabamos para los domingos y nos llevo cerca a Oviedo, a La abadia, una sala de velación, por fin se me ocurrió preguntar que pasaba, todo este tiempo mi hermana había estado llorando y no me había parecido nada extraordinario, ella es muy llorona, así que pregunté en voz alta que era lo que pasaba y porque íbamos hacia allá, mi hermana me miró para llorar mas fuerte, mi hermano esquivo mi mirada una vez mas y el transportador decidió que debía hablarme con la verdad: Vamos allá, porque allá están sus papás porque a su tío Nelson lo mataron anoche, yo, que ya había tenido unos pocos encuentros con la muerte, (dos años atrás a mi tío Fabián, de 18 años, hermano de Nelson, también lo habían asesinado), no le di mayor trascendencia al asunto y seguí en lo mío, mi plan era interrogar a mi mamá al respecto, tal vez ella me diría bien que paso. Al llegar, mi papá lloraba como nunca en la vida lo había visto llorar, estaba ebrio, de traje y lloraba y renegaba del destino de su hermanastro menor, Nelson tenía 16 años, era el último hijo de los 18 hijos de mi abuela, era el protegido de mi papá, y era mi tío favorito. Mi mamá estaba ocupada, trataba de calmar a mi papá quien cada vez se ponía peor, a mi hermana que lloraba desconsoladamente, a mi abuela que parecía ser ella la muerta y de responder todas mis preguntas a la vez, lo que mas me impactó de eso no fue ver a mi tío muerto adentro de su feretro, fue ver a mi papá, el hombre mas fuerte del mundo, desmoronado, llorando, gritando y alegando, porque había perdido a su hermanito, quien mas que un hermano era un hijo para mis papás, al final cuando bajar su feretro para enterrarlo mi papá le arrojo su corbata y le dijo algo que no escuche y que con mucha frecuencia me pregunto que fue, hablo de esto ahora, porque dias atrás vengo preguntandome por mi tío, lo extraño, pero no para mi, para Antonia, el tendría 36 años y me hubiera gustado que estuviera acá para que jugara con ella como jugaba conmigo, para que le dijera Ratona como a mi, para que la cuidara y la protegiera como me cuidaba y me protegia a mi y para que mi papá no hubiera estado tan triste tantos años por haber perdido a su hermano menor por culpa de la violencia de los noventas. A mi tío Nelson lo mataron porque lo confundieron con mi tío Fabián que ya llevaba dos años muerto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A LAS MADRECITAS DE COLOMBIA. POR FERNANDO VALLEJO.

Escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir...

Razones por las cuales ud no debería atrasarse en su carrera